Apenas son las 9 de la mañana y el calor ya se hace sentir, afortunadamente la Calzada Galván ofrece un respiro con la frescura que producen las “Parotas”, estos grandes y frondosos árboles que cubren con sus ramas la avenida formando un túnel de sombra.
El bullicio es constante pero no de las personas y autos que transitan por ahí, si no a la cantidad de aves que tienen su resguardo en los árboles de la avenida.
El transitar de la ciudad es tranquilo, propio de una ciudad de alrededor de alrededor de 150,000 habitantes. Calles y jardines están vigiladas por espigadas palmeras, no por nada a Colima se le conoce como la Ciudad de las palmeras.

No es extraño encontrarse gente arriba de las palmeras ya sea bajando la penca de cocos o extrayendo la tuba, bebida natural con un ligero sabor a fermentado que se puede comprar en el centro de la ciudad.

Las tardes ofrecen una oportunidad contra el calor para recorrer el centro de la ciudad conformado por el Jardín Libertad en el primer cuadro y una serie de edificios de arquitectura neoclásica destacando el Palacio de Gobierno del Estado, La Catedral Basílica Menor, el Teatro Hidalgo y el Palacio de Gobierno Federal.

Todas las edificaciones son de baja altura debido a la inestabilidad del suelo por fallas tectónicas y la actividad del Volcán de Fuego.
Los barrios alrededor del centro son bastante peculiares con casas muy similares entre sí y de fachadas coloridas, angostas, largas de un piso y con una pequeña huerta al fondo donde crecen mangos, papayas, plátanos, limones y otras frutas comunes de la región.
Por las tardes es común ver las puertas y ventanas abiertas con los habitantes de la casa sentados en las baquetas aprovechando que el sol ya está a punto de desaparecer en el horizonte y esto representa un refresco a los calurosos días.

Al asomarse a las casas es cómo ver hacia el pasado, muebles antiguos rodeados de fotografías en blanco y negro, imágenes religiosas que develan la fé de los colimenses y que alredor de 10 iglesias en la zona centro así lo constatan.

Hay varios ríos y riachuelos que cruzan la ciudad, en épocas anteriores eran lo suficientemente abundantes para que la gente fuera a bañarse en ellos para mitigar el calor.
La fé religiosa de la ciudad se puede constatar de los múltiples templos que existen en la ciudad, en especial en la zona centro. Desde un punto alto es posible ver a anochecher la cruces iluminadas de las torres de las iglesias.
Cuatro días duró ese mi primer viaje para después regresar a tierras Baja Californianas, sabía en ese momento que estaría de regreso en Colima unas semanas más tarde, lo que no sabía es que lo haría para quedarme por lo menos estos último 7 años de mi vida.